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mayo  3, 2024

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Reflexiones sobre la democracia y la diplomacia ambiental, en honor a Mario Valls

Citar: elDial.com - CC6CF1

Copyright 2024 - elDial.com - editorial albrematica - Tucumán 1440 (1050) - Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina

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Reflexiones sobre la democracia y la diplomacia ambiental, en honor a Mario Valls

 

Por Silvia Nonna

 

 

Qué gran honor poder escribir unas breves reflexiones en homenaje a alguien que admiro tanto. Honor y al mismo tiempo compromiso porque siento que de alguna manera él las leerá y tendrá su opinión, esa tan valorada opinión que siempre compartió y que tanto nos enseñó y guió.

 

Nuestro querido profesor Mario Valls, respetado, admirado, siempre presente y acompañando con el cálido saludo y amable sonrisa, tantos gestos elogiosos que además lo definen como una excelente persona.  Quedan su ejemplo y tantos testimonios. El educó en la libertad, en la solidaridad, en la tolerancia, educó para la sostenibilidad, para la cooperación, defendiendo valores y principios, pensando sin duda en un mundo mejor.

 

Ya lo estamos extrañando! Convencida al mismo tiempo siempre estará presente!

 

Me animo entonces a hacer unas humildes y breves reflexiones sobre la democracia y la diplomacia ambiental y el futuro que esperamos.

 

Democracia Ambiental

 

La democracia ambiental, entendida como la necesidad de la participación de toma de decisiones en materia ambiental, nació en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992. Reconocemos el derecho de todas y todos a vivir en un ambiente sano y equilibrado “apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras“[1], en consecuencia la ciudadanía debe tener acceso a la información y a la educación ambientales, a la participación y en última instancia, si fuera necesario, el acceso a la justicia ambiental tanto en sede administrativa como judicial.

 

En los años 90 del siglo pasado, el Mundo se propuso metas ambientales para el nuevo milenio, aunque poco se cumplió. El Mundo se propuso entonces otras metas, esta vez para la primera década del siglo 2000 que comenzaba. Para el 2010 seguíamos sin demasiado avance, pero la cuestión era más evidente, especialmente por las consecuencias asociadas al cambio climático, y en general, el Mundo se propuso priorizar el asunto ambiental. Se escribieron metas para el 2020. Ya estamos en el 2020 y estamos ahora muy ocupados trabajando sobre los objetivos para el 2030.[2]

 

Estamos desde entonces buscando un modelo de desarrollo diferente, el del desarrollo sostenible que tenga al hombre, pero también al ambiente, a la cultura, como centro y formando un todo.

 

El avance en cuestiones puntuales y eficazmente implementadas es lento, los reclamos se hacen oír y están siempre presente en todos los ámbitos, con críticas pronunciadas y en general en relación con el accionar que se considera más declarativo que efectivo.[3]

 

En medio de esta coyuntura mundial, podemos hablar de las acciones que han sido tomadas por los Estados en la materia a lo largo de la historia, pero también estamos urgidos por un presente y necesitamos gestionar para el futuro.

 

Los últimos años han estado marcados por numerosas movilizaciones ciudadanas, especialmente impulsadas por los jóvenes, que vienen exigiendo a sus gobiernos una reacción pronta y tangible a la problemática que sin duda aqueja.

 

Antecedentes, Presente, Futuro

 

Volvamos en el tiempo a dos documentos fundamentales en la materia:

 

La Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano en 1972 y la Declaración de Rio sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en 1992[4].

 

De la primera declaración, adoptada por la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano en Estocolmo, Suecia del 5 al 16 de junio de 1972, surge la necesidad de adoptar unas bases mínimas comunes para encarar los retos inherentes a un desarrollo acelerado en un mundo con recursos limitados. Contiene ciertos principios comunes diseñados para orientar los esfuerzos hacia la búsqueda de la preservación y el mejoramiento del medio humano.

 

Durante los debates se trató por primera vez la problemática del ambiente y se resaltó la importancia que tiene para el ser humano y los demás seres vivos, se produjo un importante cambio de paradigma en la consideración de la relación del hombre con la naturaleza y el entorno en el cual el desarrollo lleva a acciones que deben ser también consideradas para lograr un equilibrio global.

 

Se la considera la “carta magna” del Derecho Ambiental Internacional cuyos principios y recomendaciones los Estados miembro deben tomar e introducir en sus respectivos ordenamientos jurídicos. Sin duda a partir de esta declaración aumentó la conciencia política sobre la naturaleza global y las amenazas al ambiente.

 

La segunda declaración, fruto de la reunión realizada en Río de Janeiro, Brasil, entre el 3 y el 14 de junio de 1992, nos aporta los principios generales del derecho ambiental a nivel global. E introduce dos cambios fundamentales, propone una nueva visión de los territorios más allá de la concepción geográfica tradicional de los Estados, entendiendo que no hay fronteras cuando hablamos de ecosistemas.

Se adopta un programa de acción para el Siglo XXI, el Programa/Agenda 21[5], que enumera recomendaciones como aporte para la aplicación de los principios de la declaración.  Siendo incluso hoy una referencia a seguir para la efectiva implementación y consolidación del concepto esencial del desarrollo sostenible[6].

 

Algo que resulta fundamental, en el marco del tema que se desarrolla en este artículo,  es que la Declaración de Río da origen al reconocimiento expreso de la diversidad nacional en la afectación al ambiente y correlativamente en la responsabilidad a futuro (Principio 7 Cooperación[7]).

 

Finalmente, en 2015 se adoptaron por parte de las Naciones Unidas los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

 

La necesidad de reaccionar al cambio climático, proteger la biodiversidad y compartir, utilizar de manera sostenible y equitativa los recursos naturales, requiere una gobernanza ambiental a diferentes niveles - local, nacional, regional e internacional que involucre a todos los sectores – ciudadanos, gobiernos, agentes económicos y sociedad civil organizada.

 

Diplomacia Ambiental

 

Es en el contexto esbozado en los párrafos anteriores que surge la Diplomacia Ambiental hacia la Sostenibilidad.

 

Hace ya unos cuantos años que muchos países tratan de llevar adelante políticas hacia el logro del tan ansiado desarrollo sostenible, con distintas posibilidades y de acuerdo con las alternativas a su alcance. Sin embargo, y esto es muy claro y evidente, los logros que alcance un país en la defensa del ambiente, tendrá un efecto o una eficacia que puede ser mínima en comparación con los problemas ambientales que soporta el planeta y que compartimos.

 

Resulta necesaria una acción colectiva de toda la comunidad internacional, alcanzando consensos, compartiendo problemas y planificando, llevando a cabo acciones que en su conjunto consigan soluciones satisfactorias y elaborando pautas específicas que consoliden el compromiso en la defensa del ambiente y de la “casa común”.

 

El 2020, la pandemia ha aumentado la visibilidad de la interconexión entre todos los pueblos del mundo y entre ellos y la naturaleza, reforzando la importancia y la centralidad de la diplomacia ambiental.

 

Vivimos una crisis mundial, que atraviesa nuestras vidas que nos condiciona. Que es transversal porque no hay disciplina que no esté alcanzada. Un virus que se esparce y genera una contaminación difícil de controlar. Estamos en una situación inusitada, que nos ha tomado por sorpresa y que nos ha llevado a replantear muchas cosas, nos estamos adaptando, con preocupación con ansiedades y con incertidumbre.

 

En el contexto posterior a la crisis vamos a necesitar que los gobiernos aprueben e impulsen estímulos para apoyar la creación de empleo, la reducción de la pobreza, el crecimiento económico, dando pasos paulatinos y firmes hacia inversiones sustentables, con estándares de producción y consumo sustentables porque no se puede seguir sosteniendo un modelo de crecimiento sin límites.

 

El desafío es construir una cultura de cooperación que abarque el escenario geopolítico y geojurídico y debe reflejarse en un diseño que integre su objeto, metodología, actores involucrados, instrumentos de implementación, indicadores y medición de resultados.

 

Necesitamos de diálogo, entendimiento, construcción, coordinación y consensos desprovistos de mezquindad, y pensando en el bien común y único, asegurando el derecho humano a vivir en un ambiente sano que garantice la justicia social.  Y esto debe ser a nivel global, planetario, integrado. Y la diplomacia ambiental es una base fundamental para encarar todo lo que sea necesario en el marco de lo ya acordado y lo que resulte necesario acordar.

 

Reflexión final

 

En los tiempos que vienen, las acciones que necesitamos, QUERIDO MARIO te vamos a seguir y vamos a tratar de honrarte recordando y pensando lo que nos hubieses indicado.

 

 



[1] Art. 41 Constitución Nacional Argentina: 1er párrafo: "Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras…

[2]OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE- ODS, llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocemos de paz y prosperidad. Son el fruto de un acuerdo mundial adoptado en 2015 por los Estados Miembros en el marco de las Naciones Unidas que se comprometen para 2030, se trata de 17 Objetivos y 169 metas. Incluyen desde la eliminación de la pobreza hasta el combate al cambio climático, la educación, la igualdad de la mujer, la defensa del ambiente y el diseño de ciudades.  https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/ (último ingreso 11/3/2021).

[3] Mariano Vior, Médico y Biólogo de la Universidad de Buenos Aires. En nota “Crisis Ambiental: ¿quién se hace cargo?. Clarín26/10/2020. Sería injusto con la política ambiental internacional institucionalizada y diplomáticamente articulada si se instalara la idea de que en las casi cuatro décadas, desde la primera “Cumbre de la Tierra,” nada pasó en este frente. Pasar pasó, y mucho. Por ejemplo: ocurrieron cientos de reuniones en las capitales más sofisticadas (y lujosas) del planeta. A ellas asistieron miles de representantes, comisionados, embajadores ante esto y aquello. Se gastaron millones de moneda fuerte y se consumieron cuantiosos volúmenes de combustible fósil que alimentaron las turbinas de infinitos aviones, en los que los burócratas siempre contaron con un asiento en clase ejecutiva. Hoy, a la hora del balance, cuando tanta meta imaginada queda incumplida ¿quién se hace cargo del fracaso? ¿Si las unidas naciones fueran una empresa, qué les estaría pasando?

[5]Progrrama/Agenda 21 https://www.un.org/spanish/esa/sustdev/agenda21/index.htm (última cosulta 18/11/2020).

[6] Desarrollo sostenible entendido como el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas propias.

[7] Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1992. Principio 7: Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad mundial para conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad del ecosistema de la Tierra. En vista de que han contribuido en distinta medida a la degradación del medio ambiente mundial, los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas. Los países desarrollados reconocen la responsabilidad que les cabe en la búsqueda internacional del desarrollo sostenible, en vista de las presiones que sus sociedades ejercen en el medio ambiente mundial y de las tecnologías y los recursos financieros de que disponen.

Citar: elDial.com - CC6CF1

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